Entrevista con Chris Colombus
Nacido
en Pennsylvania, Columbus se matriculó en el Programa de Directores en Nueva
York en la prestigiosa Tisch School of the Arts. Fue mientras estaba en la
universidad cuando vendió su primer guión llamado Jocks, una comedia semi
autobiográfica sobre un niño católico intentando entrar en el equipo de fútbol.
Después de su graduación en NYU escribió el drama Reckless, basado en sus
experiencias como obrero en Ohio. Sin embargo, el verdadero respeto de Hollywood
se lo ganó escribiendo varios guiones para Steven Spielberg como Gremlins,
Goonies y El joven Sherlock Homes.
—¿No cree que la película es demasiado oscura para los niños más pequeños?
—Si tu niño tiene 7 años o menos, es importante saber si le tiene miedo a
las arañas o serpientes. Puede ser demasiado intenso para ciertos niños y los
padres deben saberlo. Yo llevé a mi hija de 5 años y no tuvo pesadillas esa
noche, ¡esa fue la mejor prueba! En todo caso, la censura esta ahí para que
los padres lo piensen.
—¿Después del éxito del primer filme confía en que este se repetirá?
—Tengo confianza porque al público que ya la vio le gustó mucho. Casi todos
piensan que es mejor que la primera. Nuestro reto era hacerlo un poco mejor,
subir el standard. No podíamos darle al público la misma experiencia.
—¿Cuáles fueron los aspectos más difíciles esta vez?
—Nos tardamos mucho tiempo, porque aunque Daniel demostró tremendo talento,
el hecho que estas criaturas no estaban visibles a la hora de actuar lo hizo difícil.
Hasta los que realizaron la animación nos dijeron que habían trabajado con
gente el doble de su edad sin tanta concentración.
—¿Qué aspectos querías mejorar?
—En la primera sólo tuvimos tres meses para hacer los efectos especiales,
esta vez tuvimos ocho para integrarlos con el resto. Además, la idea del
deporte de Quidditch la primera vez no fue suficientemente fuerte y los
personajes no estaban tan involucrados. El deporte esta vez es un poco más rápido,
más violento. También mejoramos la animación. La vez pasada quería que fuera
como darle la vuelta a una página de un libro, esta vez quería sacar la cámara
del trípode para darle una sensación de aventura y acción.
—¿En estos dos años cómo han cambiado los niños?
—Se han convertido en mejores actores. Cuando hicimos el casting, también lo
hicimos con sus padres, escogimos a los que pensamos que protegerían a sus
hijos de los efectos de la fama. Tengo experiencia en el pasado. He visto la
carrera de Macaulay Culkin, lo que su padre le hizo y cómo la relación dejaba
mucho que desear. En términos de personalidad, son los mismos niños que
siempre han sido, muy dulces y generosos. Cuando le pido a Daniel que cambie
algo, me dice “gracias, Chris”, ¡Julia Roberts nunca me agradeció por una
sugerencia! En el primer filme no tenían mucha experiencia, me tardaba unas
ocho tomas lograr cierto nivel, esta vez me tardaba dos o tres. Tienen más
confianza en sí mismos como actores, estoy muy orgulloso de ellos.
—¿Fue difícil mantenerse fiel al libro?
—No, la primera vez mucha gente dijo que habíamos sido demasiado fieles,
aunque yo encuentro lo contrario. Esta vez cambiamos aún mas. Le agregamos
algunas escenas de acción y aventura.
—¿Esos cambios no le molestaron a la autora?
—No estuvimos restringidos para nada. En el primer filme ella sólo vino al
set una vez. Esta vez no vino para nada, pero nos apoyó mucho con el guión y
con información sobre el origen histórico de los personajes. Jamás nos dijo
que algo era mala idea. Ella entiende bien la diferencia entre una película y
la literatura.
—La tensión entre Hermione y Daniel no estaba en el libro...
—Sí, adelantamos la tensión que aparece en el futuro. La idea me vino
gracias a la propia Emma. El día de la última escena habían 350 chicos en el
set, y me dijo que no quería abrazar ni a Daniel ni a Rupert porque le daba
vergüenza delante de tantos niños. Le dije que abrazar a Daniel era parte del
filme, ¡lo hizo tan rápido que tuve que extender el abrazo de manera técnica
con la cámara!
—¿Existe la posibilidad que los niños estén demasiado grandes para hacer
el cuarto filme?
—Sí. Alfonso Cuarón quiere más tiempo para preproducción y nosotros para
postproducción para poder mantener el gran nivel de efectos especiales. Con
respecto a Daniel sé que se muere por pisar el set, quizás no quiera parar.
Creo que hay un momento en que se tiene que decir “ok, como niño he hecho
tres de estos filmes, quizás es importante vivir mi vida como un niño normal
por un rato”.
—¿Qué exactamente les has aconsejado?
—Siempre doy el ejemplo del rock and roll. Si te gusta el rock and roll, hay
que mirar a Elvis Presley y no seguir su ejemplo. También, les digo que miren
todos los ejemplos de niños que tuvieron una oportunidad y la desperdiciaron.
Les digo que sigan los pasos de un Ron Howard o una Jodie Foster.
—¿Cómo te sientes al abandonar el barco?
—Son sentimientos confusos. Voy a extrañar la relación con los niños y la
intensidad de trabajar juntos. Por otro lado, necesito pasar más tiempo con mi
propia familia, y creo que lo he dado todo en este segundo filme, no podría
hacer el tercero con el mismo nivel de entusiasmo ni atención. Me encanta que
Alfonso Cuarón se incorpore al equipo, que traiga nueva sangre y nuevas ideas.
Es importante que tenga la libertad necesaria, yo me voy a quedar como productor
solo para hacerle la transición fácil a los chicos.
—¿Qué esperas de Alfonso Cuarón?
—¡Espero que haga un buen trabajo! Lo más importante es que mantenga la atmósfera
colaboradora que nos costó tanto crear. Cuando no estamos de acuerdo con algo,
lo llevamos afuera, para que los niños no se sientan incómodos, y tengan un
lugar seguro donde trabajar. En el sentido estético no estoy preocupado, sé
que va a aportar una visión maravillosa. Nos encantó su filme A little
Princess, las imágenes eran muy poéticas y la actuación de los niños
impecable.
—¿Cómo resumirías tu propia experiencia como director en estas películas?
—Al principio la gente me decía que iba a estar atado al tener que basarme en
un libro, pero ha sido la experiencia más liberadora de mi vida. El equipo y
los actores británicos son muy profesionales y tienen un sentido del humor único.
No existen síndromes de estrella donde se preocupan por el camerino o el
cocinero particular. Había estado trabajando con tremendas estrellas en
Hollywood y empecé a cambiar yo mismo, trataba de satisfacer los egos en vez de
concentrarme en el trabajo. Me enamoré del cine una vez más.