Harry Potter.

 

2 El misterio de la Sra. Figg. 

Dudley seguía supuestamente a dieta, y ese año, Harry se había enterado de que su madre le había mandado a hacer el uniforme especialmente, pues ya no podía soportar que en la escuela le molestasen por lo "pesadito" que estaba su adorable hijo. El tío Vernon se había pasado buen rato peleándose por este hecho consigo mismo, argumentando que su hijo solo era fornido y fuerte y que era una ridiculez que la escuela no tuviese uniformes para él. Así que los desayunos, las comidas y las cenas seguían siendo iguales que el año pasado, pues todos debían seguir la dieta para no "hacer sentir mal a Dudley", y acompañarlo como "buena familia". Harry se daba cuenta de que si antes de la susodicha dieta, a veces a él, por castigos, le daban lo mínimo de comer, ahora de verdad que estaba temeroso de perder el peso que supuestamente su primo debía y, era por ello que cuando le escribía en respuesta a sus amigos, les contaba su situación y así tenía lo que ellos le enviaban con mucho gusto. Era una suerte que su tía no entrase a su habitación, pues descubriría este hecho y el escondite donde Harry tenía aquellos dulces, pasteles y galletas que sus conocidos le enviaban. Pero aunque Harry supiese que Dudley había estado a dieta durante todo el tiempo que él estuvo en Hogwarts, la verdad que le parecía que su primo no había adelgazado ni un centímetro o ya necesitaba una nueva graduación en los lentes. El sabía que cuando Dudley estaba fuera de casa o de la vista de sus padres, comía todo lo que no podía comer y creía que era así como lograba soportar la dieta estricta. Una vez lo había visto comer por la ventana, mientras regresaba de casa de su amigo, de "hacer un trabajo", que Harry sabía que no existía. Pero bueno, él no decía nada, y así lo consideraba mejor, allá Dudley y la regañina que sus padres le pondrían se lo descubrían...

Así que esa mañana, el desayuno fue desagradable para todos y tío Vernon se la pasó gruñendo mientras leía el periódico, tía Petunia miraba a Dudley con lástima, al ver el desgano de éste al comer sus vegetales y Harry solo comía lo suyo pensando en ese día, pues era su cumpleaños. Pensaba en ésto cuando su tío Vernos asomó la cabeza haciendo a un lado el periódico y lo miró como si fuese una cucaracha.

Tú -Dijo secamente- Hoy tenemos que salir a un evento especial, y como sabes, no te llevaríamos jamás, así que...
-¿Puedo quedarme?-Preguntó ilusionado Harry, pensando en estar solo en casa precisamente esa noche.
-¿Estás loco?, podrías quemar la casa o hacer algo anormal y nos meterías en problemas, así que irás a casa de la Sra. Figg, mira que ha estado enferma y así harás algo de provecho en vez de estar pensando en esas...cosas que aprendes en...ese lugar...

Tío Vernon parecía especialmente nervioso al pronunciar ciertas palabras, como anormal, cosas, lugar...

No haría jamás nada de eso, -Dijo molesto Harry, jugando con el tenedor y los últimos trozos de verdura- prefiero quedarme aquí.
-Ah lo olvidaba...eres un...menor de edad y no puedes usar...esa porquería... -Dijo riendo con saña, mientras Dudley seguía viendo el plato como si quisiera tener magia y transformar las verduras en una hamburguesa gigante y tía Petunia miraba a Harry con desagrado- además, ¿Quién eres para decir que prefieres?
-Bueno...solo quería estar aquí por si mi padrino enviaba carta...o algo -Tío Vernon se volvió tan pronto a él cuando pronunció la palabra mágica de "padrino", que Harry pensó que se habría lastimado el cuello. Tía Petunia dejó caer el tenedor haciendo mucho ruido y llamando la atención de Dudley.

-¿Tu...tu padrino?...¿Y...por qué él...debería enviar carta...hoy?

Harry alzó los ojos y lo miró desilusionado, bueno, no era raro que sus tíos jamás celebrasen su cumpleaños y mucho menos, se acordaran.

Así que decidió mejor no decir nada de eso, ¿Para qué?, si a ello no les importaba y él ya estaba acostumbrado.

-Bueno...por estas fechas toca que me escriba. -Mintió Harry.  Su tío miró a la tía y sus ojos atemorizados se hablaron sin palabras, pero Harry supuso que ya sabría la respuesta.  Dudley miraba a uno y otro con cara pálida.
 
-Mira, tú

-Mi nombre es Harry. -Dijo Harry, molesto, su tío le miró con desprecio y continuó hablando, tratando de aparentar calma, pues la palabra "mágica" seguía en su mente...
 -Mira, no nos tardaremos mucho...puedes estar con la Sra. Figg un rato...te lo aseguro, además dejas la ventana abierta para que esa...cosa blanca entre...¿Es la que trae tus...cartas...no?

Harry decidió no discutir más y solo suspiró, aunque ese suspiro asustó a sus tíos y a su primo, Harry pensó que seguramente sería porque pensaron que les haría algo, tal vez los inflaría como a la tía Marge...Aun sabiendo que no podía usar la magia.  
-Así puedes...explicarle a tu...ya sabes
-Continuó comiendo, haciendo a un lado el tema, aunque visiblemente aun alterado por la pequeña conversación.  Harry se imaginó a Sirius un día llegando a la casa de los Dursley...¡La cara que pondrían sus tíos y Dudley!, de que les daba algo, les daba, aguantando la risa, bajó la mirada al plato, para darse cuenta después que tendría que ir a la casa de la Sra. Figg.  Bueno, no era tan malo, podría estar ahí pese a los gatos y el olor raro del lugar, además, ya que volviera, podría chequear su correspondencia.

 Sus tíos se arreglaron para la susodicha reunión, a la que irían a las 8:00 de la noche, aunque su tío quería ser  puntual y había decidido que se marcharían a las 7:30.  Así que Harry tendría que ir a la casa de la Sra. Figg a las 7:15, pues sus tíos no lo querían ya ahí con el correr de andarse arreglando, y ponerle el traje a Dudley  llevaría unos 15 minutos de perdida.  Harry se bañó desde temprano para no "estorbar" en el horario meticuloso de tío Vernon y estaba en su habitación decidiendo si llevaba algo para pasar el rato, cuando miró el libro Volando con los Cannons que Ron le había regalado y ya había leído varias veces, las fotos de los jugadores de Quidditch se movían agradablemente a la vista con rapidez..."Si la Sra. Figg lo ve, se muere del susto", pensó, además de que sus tíos lo cocinarían vivo, así que tendría que conformarse con oírla hablar de los gatos que tenía o quizás ella le dejaría  ver la televisión.

Se dirigió a Hedwig, quien en ese momento dormitaba en su jaula.
-Hedwig, dejaré la ventana abierta para que salgas y entres sin problema, voy a salir.

 La lechuza blanca le miró abrirle la puerta de la jaula con ojos quisquillosos y preguntones.  Le molestaba que él no estuviera ahí para recibirla y apapacharla por las cosas que le traería, supuso Harry.  
-Pórtate bien y no me mires así, yo no tengo la culpa.

Ella ululó entre enfadada y comprensiva y continuó durmiendo.  Harry miró su reloj, aquel era suyo ahora y había sido uno de los que Dudley no quería, pues le habían dicho unos alumnos mayores de su escuela que se le perdía entre la carne del brazo.  Tío Vernon había hecho una visita al maestro de su primo por aquello, pues Dudley hizo un berrinche tal que casi le da un ataque al corazón y arrojó el pobre reloj por la ventana hasta la acera de enfrente.  El de Harry se había descompuesto en la segunda prueba del Torneo de los tres Magos el año pasado, así que cuando nadie lo vio, fue a echarle un vistazo y observando que funcionaba, se lo quedó él.

Salió de la habitación y bajó las escaleras, encontrándose con Dudley, sentado en la sala, ya con su traje como un saco de papas y con cara de capricho.
-Ya me voy
- Dijo Harry sin más, su primo le miró estudiándole
-Oye tú...esa ropa es mía>

-Era dirás.  ¿No recuerdas que tu mamá me la dio porque ya no te quedaba?

Dudley no dijo nada, pero Harry sabía que estaba enojado por verlo usar su ropa.  La ropa siempre le quedaba grandísima, pero Harry se conformaba y trataba de hacerla lucir bien en él arremangándose las largas mangas y sujetándose los jeans.  Ese había sido siempre un motivo de risa para los compañeros de su escuela primaria.  Al menos, ahora, sus lentes estaban bien, y Dudley ya le tenía algo de miedo como para tratar de golpearle la nariz y rompérselos como antes.  Harry pensó en la cara que pondría si supiera lo del reloj...Dudley había demostrado que le encantaba...claro, antes de enterarse de que no se le viese en la muñeca por medio de otros alumnos.
-¿Ya te vas?, más te vale que te portes NORMAL y bien.  Regresamos a la 12:30, pasaremos por ti.
-Le dijo tía Petunia con indiferencia, saliendo de la cocina, arreglándose el cabello.  Harry asintió y ella le dio la espalda ignorándolo.

Harry salió de la casa y caminó despacio las dos cuadras hasta la de la Sra. Figg.  Estaba anocheciendo.  Aquella tarde había una peculiar atmósfera de soledad en Privet Drive, como si las casas estuvieran vacías.  También estaba haciendo algo de viento frío y Harry se lamentó por no traer algo más para abrigarse.  Iba pensando en ésto cuando se dio cuenta de que algo volaba por encima de él.  Alzó los ojos y se quedó paralizado al ver a una lechuza gris y grande dirigiéndose a una de las ventanas más altas de la casa de la Sra. Figg.

¿Por qué iría una lechuza a casa de una anciana muggle?... -Preguntándose ésto, aceleró el paso hasta llegar a la casa, se quedó mirando asombrado  como la lechuza entraba por la amplia ventana con las cortinas moviéndose y no volvía a salir.  ¿Qué debía hacer?

Tocó el timbre...Pero nadie le abrió.  Tocó con fuerza a la puerta.  Y nadie abrió.  Aquello estaba muy extraño...Sus tíos habían hablado con ella para decirle que iba para allá, entonces...¿Dónde estaba la Sra. Figg?

Con una preocupación grande, se asomó por las ventanas.  Todo estaba oscuro, no se veía ninguna clase de movimiento adentro, y ni las siluetas de los gatos aparecían en el jardín.  Era como si la casa estuviera desolada...Se dirigió a todas las ventanas y se estuvo asomando a todas las que pudo, con el corazón cada vez más acelerado...Se suponía que la Sra. Figg estaba enferma, entonces, no podría haber salido de la casa y menos sabiendo que Harry iría.  Y luego esa lechuza...no creía que una lechuza fuese una mascota común para un muggle, y mucho menos para una anciana con tantos gatos que cuidar. Con la mente forzadamente clara y calmada, tocó de nuevo, con tanta fuerza que le dolía el puño

-¿Sra. Figg??, ¡Soy Harry!
-Silencio!!-  Las penumbras comenzaron a cubrirlo todo y la luna se alzaba cada vez más alto en el cielo.  Una ola fría le cruzó el pecho a Harry.  Aquello no pintaba nada bien...Decidió ir por la parte trasera a averiguar algo más y lo que vio a mitad del camino le detuvo en seco de inmediato.  Forzó la vista, no creyendo ver lo que veía y un repentino temor se apoderó de él.  Creyó ver, entre las sombras, a unos metros de él, caminando hacia sí, unas altas siluetas encapuchadas, deslizándose como fantasmas con lentitud.  "¿Dementores?...", no, no podía ser...Asustado dio la vuelta y comenzó a correr hacia la casa de sus tíos, volviéndose de vez en cuando para ver si lo seguían, pero al parecer no era así, corrió tan rápido que le dio dolor en el costado, y llegó en segundos.  Se detuvo respirando agitadamente, doblándose por el esfuerzo, cuando recordó otra cosa...No traía llave de la casa. ¡¿Qué iba a hacer?!

Estaba recuperándose de la correría cuando una punzada en la frente le obligó a llevarse las manos a la cicatriz y le tambaleó fuertemente.  Incluso gritó adolorido.  Miró a lo lejos, hacia la calle, y vio de nuevo a aquellas siluetas viniendo hacia él, y si era por miedo o no, creyó ver que venían más aprisa.  Moviéndose con la mente atolondrada y con la adrenalina fuera de control, corrió hasta su ventana y la vio abierta  en lo alto.  Aun tenía un gran dolor en la cicatriz, y parecía incrementarse cada vez más, tenía que subir a como diera lugar y tomar su varita, no le importaba que tuviera prohibido el uso de magia, ¡Ahora era cuando la necesitaba!, se volvió y vio a las mismas siluetas, tres, una  de ellas adelante, caminando hacia él, con cierta neblina rodeándoles.  Si eran dementores o no, ya no le interesaba, tenía que hacer algo y si no lo hacía, tenía el presentimiento de que algo malo ocurriría.  Quizá esas siluetas habían...asesinado a la Sra. Figg...

Con ese presentimiento acelerándole el corazón, comenzó a trepar como pudo, agarrandose de donde sus manos se asían,  tratando de impulsarse con las fuerzas que le dejaban el dolor de la cicatriz y la angustia creciéndole en el pecho, miró hacia abajo y la altitud quiso marearlo (supuso que también el terror de ver a los seres cada vez más cerca), aun le faltaba un buen trecho, su cuerpo parecía pesarle el doble y el esfuerzo estaba agotándolo, pero no podía permitirse pensar en ello, no debía, solo tenía que llegar a la ventana y estaría a salvo...se repetía constantemente, hasta que uno de sus movimientos le falló y se quedó balanceándose suspendido en el aire, aferrado al saliente del muro con sus manos aflojándose.

 “Este es el final”...pensaba desesperado, mientras las siluetas estaban a unos pocos metros de él alzando las cabezas con una lentitud escalofriante hacia él, Harry sintió como sus manos se soltaban...Cuando estaba a punto de soltarse, de pronto sintió una fuerza que lo halaba hacia arriba y lo elevaba con un gran salto hasta el marco de la ventana, aun sorprendido, no se dio cuenta de que caía al piso de su habitación golpeándose y lastimándose.  Respirando de prisa, con la frente perlada de sudor por el esfuerzo, se incorporó como pudo, todo magullado y se arrastró hacia el baúl con las cosas de Hogwarts, éste se abrió solo con un gran  estruendo y Harry, levantándose, tomó la varita dirigiéndose hasta la ventana abierta por donde el viento frío entraba.  Despacio, sintiéndose más protegido con su varita, se asomó. El corazón le latía fuertemente, y sentía una presión hiriente en el pecho...El dolor  en la cicatriz era constante pero más débil, y sus ojos no pudieron encontrar ni rastro alguno de la presencia de esos seres fantasmales.

La calle estaba vacía.  Completamente vacía...

¿A dónde habían ido?...Limpiándose el sudor con la manga bastante larga, y con la otra mano ocupada sujetando la varita, corrió hacia la puerta y la abrió rápido, bajando las escaleras.  Se asomó  a través de las ventanas, inspeccionando, buscando algo inusual, pero no había nada.  Fueran lo que fueran aquellas cosas, se habían disuelto como el aire

 “La Sra. Figg...”, recordó Harry, y justo cuando iba a salir por la puerta principal, con la intención de regresar a la casa de la anciana y ver que había pasado, un fuerte timbre lo sacó de sus pensamientos y preocupaciones haciéndolo saltar del susto.  Era el teléfono.  Fue hasta el aparato y levantó la bocina tratando aun de recuperar el aliento.  
 
-¿Bueno?...
 
-Buenas noches, disculpe la molestia pero hablo de parte de la Sra. Figg, ella está en el hospital debido a un accidente y quería asegurarse de que los Sres. Dursley habían recibido su mensaje por la tarde, indicándoles que no podría con el compromiso de hoy.

Harry escuchó aquello sin palabras...¿Acaso los Dursley deliberadamente le habían hecho ir hasta allá aun sabiendo que la mujer no estaba? ¿Una mala broma porque lo odiaban? ¿Su regalo de cumpleaños? Y que regalo...
 
-¿Sigue ahí?  
 
-Sí... –Repuso Harry rápido, tratando de comprender...- Disculpe, ¿La Sra. Figg está bien?...

-Sí, así es, tuvo una caída algo fuerte pero ya está bien. 

-¿A qué hora fue eso?

-A las 11:30 de la mañana.  Perdió el conocimiento y solo hasta por la tarde me pidió que llamara a este número.
 
-¿Cómo a que horas llamó, disculpe?

-A las 7:15.

Harry guardó silencio.  Sus tíos debieron contestar o escuchar el mensaje...escuchar  el mensaje...
-Bueno, gracias Srita.
 
-De nada.

Harry escuchó a la mujer colgar.  El estuvo un rato con la bocina aun en el oído pensando...Quizá todo era un malentendido...o tal vez no...Así que chequeó la maquina contestadota que tenían sus tíos recientemente...ni siquiera estaba conectada.  Harry comenzó  a hacer memoria...Sí, su tío la había desconectado precisamente cuando Dudley “accidentalmente” la tiró de la mesa.  Entonces...¿Con quién había hablado la Srita. del hospital? Harry no creía que ella estuviera mintiendo o fuese parte de una trampa, aunque intentaría quitarse esa duda mañana mismo...Y si la máquina contestadora, no estaba conectada, ella había creído que sí, al escuchar un mensaje que no estaba en ese momento...Sus tíos definitivamente habían desconectado la máquina temprano, luego del berrinche de Dudley al no querer ir a la reunión con el ridículo traje que su mamá le había comprado, no la habían vuelto a conectar por la correría de dicha reunión, así que no pudieron saber que la Sra. Figg estaba en el hospital. >

Alguien, sin ninguna duda, había querido que Harry saliese de la casa, aun con la Sra. Figg fuera.  Sabía que Harry estaría solo esa noche, que sus tíos saldrían.  Y alguien había querido que viera a esos seres acechándole...

Le había dolido la cicatriz, y eso solo sucedía cuando Voldemort estaba cerca o sentía una ira profunda.  Pero no creía que Voldemort estuviera cerca, ni que fuese uno de los encapuchados, él le habría hablado y se hubiera reído y se hubiera comportado de manera diferente, no hubiera perdido el tiempo solo asustándolo, para eso tenía vasallos.  Vasallos...¿Colagusano?, ¿Algún otro?, pero no creía que Lucius Malfoy hiciese algo así, o algún otro de su calaña.  No se expondrían así.

¿Y si no era un vasallo de Voldemort?.

¿Alguien como...Karkarov?, sin embargo, Karkarov había huido, presa del pánico de saber que Voldemort regresaba y se vengaría de los traidores.  Harry no pensaba que Karkarov se arriesgaría a aparecerse con tamaño sentencia sobre su cabeza.

Le dolía aun la cabeza, por la cicatriz y el estar pensando solo le hacía incrementar  el dolor.  Pero algo se apareció en su mente de repente.

Supuestamente, Dumbledore le cuidaba aun ahí, en Privet Drive, pero esta noche, había ocurrido algo fuera de lo normal, ¿Estaría enterado?, a lo mejor, las cosas estaban mal para la gente de Hogwarts también...o, el causante, había pensado muy bien todo.  Incluso, en dejar vacía Privet Drive.

 Subió las escaleras más agotado que nunca, entró a su habitación y cerró la puerta dejándose caer en la cama, boca abajo y totalmente cansado.  Dejó su varita y las gafas sobre el buró.  Miró la hora en su reloj, aun en su muñeca.  Las 9:30.   Estaba quedándose dormido cuando recordó algo que lo hizo abrir los ojos e incorporarse pensativo.

¿Cómo se había elevado hasta la ventana cuando estaba a punto de caer?

 Trató de recordar la sensación, la fuerza que lo subía...¿De dónde venía?, si alguien lo había ayudado, ¿Por qué no le había ayudado con los seres?, y si él mismo había hecho aquello,  ¿No era una violación a la prohibición de uso de magia fuera de Hogwarts por un menor?, ¿No debía recibir alguna notificación de inmediato, también por el hecho de abrir el baúl así?

Pero ninguna lechuza se había presentado hasta ahora...¿El Ministerio de Magia no lo había notado? Sabía que  el Ministro, Cornelius Fudge, hubiera estado encantado de encontrarle algo malo, ya que pensaba que sus historias eran mentiras y que Harry era una clase de loco mental desquiciado.

Aquello estaba muy extraño...

Pensó en escribirle a  alguien, pero la verdad no tenía gana alguna de moverse, y no quería preocupar a nadie...

Estaba olvidando algo...revolvió su cabeza en búsqueda de eso que lo tenía inquieto todavía..

¡Sus tíos!, dijeron que irían por él a casa de la Sra. Figg, pero no lo encontrarían y seguramente harían algún embrollo por ello, aunque Harry no tuviese la culpa de que el mensaje no les hubiera llegado debido a extrañas circunstancias, diciéndoles que la mujer estaba hospitalizada.  Debía estar en casa de la Sra. Figg, a las 12:30, para evitar más problemas, especialmente con sus tíos, tenía que arriesgarse a salir de nuevo y ahora sí, llevaría la varita por si acaso, tal vez encontraría alguna pista...

Intentó levantarse y no pudo hacerlo.  Estaba tan cansado...no había podido dormir bien desde noches atrás, así que se dijo a sí mismo que solo dormiría un ratito, solo un ratito, y luego, regresaría al lugar de los hechos.

Continuará...

Autora: Mariana de Beauxbatons.