Harry Potter.

 

1 La preocupación de Harry

Los acontecimientos del año pasado aun retumbaban en su cabeza. Eran ya vacaciones de verano, y estaba de nueva cuenta en casa de sus tíos, soportando una vez más esos días que le recordaban a sus anteriores diez años de desagradable infancia, antes de saber que era un mago y tenía un lugar en el Colegio de Magia y Hechicería, Hogwarts. Pues él, Harry Potter, era un mago. Conocía los hechos desde que tenía los once años, cuando Hagrid, el guardabosques del Colegio, había ido personalmente a decírselo y a iluminarle la vida. Desde entonces, año con año, acudía a la estación, a través del andén 9¾ para tomar el expreso de Hogwarts y empezar de nuevo un curso en su educación mágica. El viaje hasta la estación había sido diferente en cada año para él, aun recordaba los polvos flu en segundo año, con los cuales se viajaba de chimenea en chimenea y que los Weasley habían compartido con él en su primera estadía en la Madriguera. Los Weasley eran una familia que él personalmente valoraba y apreciaba mucho, y aunque no se lo dijese a nadie, secretamente hubiera deseado tener una familia tan numerosa y agradable como aquella. Si Ron se molestaba por la atención que Harry recibía, como el terrible año pasado (durante su discusión y pelea debido al cáliz de fuego), sintiendo algún tipo de celos y envidia por su fama, Harry podía aceptar interiormente que él sentía lo mismo en cuanto a la vida familiar que su mejor amigo tenía. También su mejor amiga, Hermione Granger, contaba con unos padres que la querían mucho y que él estaba seguro que se sentirían más que satisfechos del desempeño de su hija. Pues Hermione verdaderamente era una excelente estudiante y Harry se sorprendía de lo dedicada que era. Seguramente ellos estarían pasándola muy bien en las vacaciones, junto a gente que les quería, mientras él tenía que soportar a su horroroso primo Dudley, a sus insoportables tíos, Vernon y Petunia, y el vacío que sentía, junto a esa latente preocupación que no se alejaba de su cabeza ni un instante. Sus amigos le habían estado escribiendo mucho, sabía que era por lo ocurrido al final del curso anterior, y que todos estaban muy preocupados por él, aunque no se lo dijesen. Ron le comentaba siempre que esperaba que pronto, Dumbledore le diera permiso de ir con ellos a pasar algunos días antes del Colegio, y Hermione le insinuaba que cualquier cosa que quisiera, podía decírsela a ella o Ron. Sirius también estaba angustiado en sus palabras. Harry aun no comprendía porque el profesor Dumbledore no lo había dejado ir con los Weasley directamente...La señora Weasley le había dicho que tenía sus razones pero...Harry no comprendía nada. Era como aquella vez que le preguntó a Dumbledore la razón por la que Voldemort le había querido matar primero a él que a sus padres. Aun así, agradecía tener a Albus Dumbledore como Director del Colegio.

Pensaba que tal vez, más que en ningún año, ni siquiera antes de saber de sus facultades mágicas, se había sentido tan triste, afligido y desolado como ahora. Últimamente deseaba con algo de pena, haber sido como cualquiera de sus amigos y conocidos, alguien común y corriente, con un hogar y una vida no tan dramática como la de él. Quizás, todo esto se debía a que había visto a sus padres, quienes habían fallecido cuando era solo un niño de un año, a manos de su peor enemigo, Voldemort, mientras su vasallo, Colagusano, se aseguraba su puesto de lealtad entregándole la ubicación de los Potter a éste. Harry les había visto frente a sus propios ojos, gracias al hechizo Priori Incantantem, cuando en aquella pesadilla, su varita se había conectado con la de Voldemort, pues las dos varitas mágicas tenían una pluma de Fawkes, el ave fénix del profesor Dumbledore, y ello había sido la razón del hechizo en aquel duelo en desventaja para Harry. El hechizo había traído ecos de los seres asesinados por Voldemort, contando desde el más reciente, Cedric Diggory, un alumno del colegio y campeón como Harry del Torneo de los Tres Magos, el de aquel anciano que Harry había visto caer en aquel sueño, presa de Voldemort, y el de Bertha Jorkins, la bruja desaparecida del Ministerio. Pero después...habían venido los ecos de sus padres, de Lily y James Potter, hablándole como si estuvieran de verdad ahí, y jamás hubiesen muerto. Su madre le había dicho que esperara a su padre para saber que hacer, y James Potter había acudido dándole la respuesta para librarse de aquella muerte segura, indicándole que tomara el traslador para regresar al Colegio.

En aquel momento...Harry no sentía ni pensaba lo que ahora...estaba tan desesperado por lo que ocurría a su alrededor, sin comprender todo lo que había pasado, escuchando las conversaciones de los mortífagos y de Voldemort, tan atarantado por todo, que el ver a sus padres lo había agarrado por sorpresa. Ni siquiera tuvo tiempo de mirarles mejor...aunque fuesen ecos...habían pertenecido a ellos...Ahora pensaba que quizá debió decirles algo, hacer algo...Y el haberles visto le había afectado más de lo que se había dado cuenta en aquellos días aun en el Colegio y de lo que él mismo creía. Con el pasar del tiempo, ahora lo notaba. Era como cuando escuchaba sus voces al estar un Dementor cerca de él, como en tercer año, sabía que sus voces, que sus ecos no eran ellos en realidad, que ellos habían muerto...sin embargo, se aferraba a ello con tristeza, sintiendo lástima por sí mismo.

"Ellos jamás volverán", se decía mirando por la ventana.

Y había otra cosa que había recordado en estos días de vacaciones, viendo todo ante sus ojos de nuevo con solo concentrarse: había estado listo para morir. Estaba seguro de que moriría a manos de Voldemort. Como había muerto Cedric, debido a su culpa, aunque quisieran hacerle pensar lo contrario...

Era medianoche. Últimamente no podía dormir bien, pues comenzaba a escuchar cosas lejanas en una neblina gris a su alrededor, simplemente al tratar de dormir y no soñar. Por eso, ahora miraba hacia fuera, esperando a que Hedwig volviese de sus paseos nocturnos, volando orgullosa de sí misma. Estaba tan cansado...pero no quería dormir. Ese día, había tenido que ayudar a tío Vernon a tirar algunas cosas inservibles (estaba seguro que casi hubiera desechado a Harry mismo si podía), aunque más bien, Harry había hecho todo el trabajo mientras su tío le daba órdenes y se tomaba con suma lentitud y felicidad, su vaso de jugo. Harry no podía usar la magia libremente y además, no deseaba discutir con su tío ahora, simplemente asentía cuando le hablaba y muy a su pesar agradecía estar ocupado con la mente en otra cosa. Se retiró de la ventana, y paseó sus ojos por la habitación llena de cosas tan inusuales como un baúl con libros de magia, un caldero, una escoba, y muchas otras cosillas que eran para sus cursos de Hogwarts. Eso sin contar la jaula de su lechuza blanca, Hedwig. Sus ojos se detuvieron en el espejo, que brillaba en las penumbras y la luz de los faroles de la calle, que se infiltraba por la ventana abierta. Su imagen le miró reflejada, mostrándole el aspecto de un delgado muchacho de próximos quince años, de revuelto y rebelde cabello azabache, y ojos brillantes y verdes tras unas gafas redondas.

Ah...era cierto, mañana por la noche, cumplía los quince años, y ya estaba en la adolescencia. Solo le quedaban tres años en el Colegio, y eso también le ponía a pensar. No había tomado en cuenta que haría cuando saliese de Hogwarts. "Eso si salgo vivo", pensó. Por ejemplo, Bill Weasley trabajaba en el Gringotts de Egipto, el banco de los magos, y Charlie Weasley, trabajaba en Rumania con dragones. Incluso el siguiente hermano Weasley, Percy, había comenzado a trabajar en el Ministerio, como su padre Arthur, mostrando una eficiencia y capacidad que solo Harry pensaba que podría ver en Hermione. ¿Ella y Ron ya tenían una idea de lo que harían luego del Colegio?, no habían hablado de ello nunca, a excepción de cuando el falso Moody, el hijo de Crouch, les había mencionado a Hermione y Harry que serían buenos aurores. Harry no estaba muy seguro de querer seguir aquel consejo de un mortífago, además de que ya no creía que quisiera tener que ver con magos tenebrosos, luego de que el mayor de ellos, Voldemort, le pisaba los talones cada vez que podía. Había intentado matarlo tantas veces, directa e indirectamente, que ser un auror, o sea, un cazador de magos tenebrosos, no le llamaba mucho la atención a Harry en este momento, pese a sus capacidades para el cargo.

"¿Qué tal profesor?", Harry se detuvo a pensarlo un poco. Un profesor en Hogwarts...Sería feliz si pudiera quitarle a Snape su trabajo aunque nunca le hubiera gustado Pociones. Severus Snape le odiaba tanto como odió a su padre, que Harry se sorprendía de que alguna vez le hubiera salvado la vida y de que Dumbledore confiara tanto en él. "¿Y profesor de adivinación?", bueno, era otra materia que no le agradaba para nada...La profesora Trelawney se la pasaba mirándole raro, con casi lágrimas en los ojos, seguramente viéndole la muerte sobre sí siempre. Siempre le predecía cosas terribles...Aunque Harry había sido testigo de ciertos detalles que después resultaron verdad, como el regreso de Colagusano, el traicionero amigo de su padre hacia Voldemort, y el mismo retorno de éste. También era cierto que la profesora Trelawney a veces se disgustaba por la actitud de Harry ante su clase, como el hecho de que Harry hubiera tenido experiencias en ella como aquel sueño el año pasado que luego salió a la luz pública en el Profeta, diario de los magos, a cargo de la desagradable y oportunista Rita Skeeter.

"¿Y el Ministerio?", ah no, desde que Cornelius Fudge, le había tratado como un loco y desquiciado luego de su "cuento" del regreso de Voldemort al final del Torneo, ya no le apetecía mucho trabajar en el Ministerio. Aunque por otro lado, el señor Weasley trabajaba ahí, y le daba algo de esperanza a Harry.

Se le estaba olvidando algo, ¡El Quidditch!, ¿Qué tal ser un buscador famoso como Krum?, No estaría nada mal por un tiempo, aunque no se dedicase toda la vida a ello. Krum había sido otro de los campeones del Torneo, era jugador del equipo de Quidditch de Bulgaria y asistía a Durmstrang, otro Colegio de magia. Había considerado a Harry como un rival debido a Hermione, cuando en la revista Corazón de Bruja, había salido un artículo relacionando a Harry con Hermione amorosamente, y pintándole los cuernos con Krum o viceversa. Hermione había sufrido debido a ese artículo y había sido el incentivo para buscar la manera de atrapar a Rita Skeeter, el micrófono mágico personal. Y como siempre, Hermione lo había conseguido.

Se estiró bostezando con ganas y se acerco a su buró al lado de la cama, tomando el reloj y viendo la hora con desgano. Las 12:30. Se acerco al armario donde el espejo le miraba y se reflejó de nuevo en él. Vio espantado las ojeras bajo sus ojos. "De verdad necesito dormir ya". Luego, como inconscientemente, se apartó el cabello de la frente, mirándose la cicatriz que tanta fama y problemas le traía a donde fuese, recuerdo de aquella noche cuando Voldemort había matado a sus padres y luego lo había intentado con él, usando la maldición Avada Kedavra. Algo había ocurrido, gracias a Lily Potter, quien dio su vida para salvar la de Harry y así la maldición se revirtió contra Voldemort, dejándole como un espectro, y a Harry con aquella cicatriz y sin padres. Esa cicatriz solía dolerle cuando Voldemort estaba cerca, y Dumbledore le había dicho que podía ser también cuando un acceso de ira y cólera acometían al mago tenebroso. Incluso, en segundo año, cuando Harry descubrió que hablaba pársel, el lenguaje de las serpientes, Dumbledore le mencionó que podía deberse a lo ocurrido esa noche terrible, y que Voldemort sin querer le había pasado ese poder, pues él sí hablaba pársel. ¿Y si Voldemort no solo le había pasado ese poder?...Además, Hermione le había dicho que quizá Harry era un descendiente de Salazar Slytherin, uno de los fundadores de Hogwarts y hablante famoso de pársel, cuyo apellido llevaba una de las casas del Colegio, famosa por dar magos tenebrosos. Harry no lo había creído y no había investigado sobre ello.

La cicatriz se veía especialmente luminosa y marcada esa noche. Se la cubrió con la mata de cabello negro y acercándose a la cama, se sentó y se quitó los lentes, depositándolos sobre el buró. El entorno se volvió borroso. Mientras se recostaba y jalaba la cobija, recordó cuando aun no le compraban sus tíos los lentes. Harry les había dicho que no veía bien, pero ellos le habían ignorado y no fue hasta que salió lastimado innumerables veces por su neblinosa visión, que le habían creído y por fin, se los habían comprado, considerándolo un "gran gasto".

De verdad debía estar cansado, pues los ojos comenzaban a cerrársele sin control. Los días habían sido largos y solitarios para él, y aun sentía preocupación por lo que ocurrió y lo que podría ocurrir...Trató de recordar las palabras de aliento de Hagrid, pero solo conseguía ver a Cedric yaciendo en el sucio suelo del cementerio aquel. Se preguntó que estaría haciendo ahora Hagrid, de seguro la tarea que Dumbledore le encomendó, como a Snape...¿De qué se podría tratar?

Justo en ese momento, Hedwig entró zumbando por la ventana, yéndose a parar justo a un lado suyo, mirándole con sus ojos ambarinos. Harry tomó de nueva cuenta sus lentes y se los puso, sonriéndole a la lechuza que compartía con él desde hacia cuatro años, el horrible verano.

¿Pasa algo Hedwig? -Preguntó adormilado- Ve a dormir.

La lechuza ululó suavemente y extendió sus alas mirándole fijamente. Harry se incorporó y le acarició las plumas del cuello.

¿Estás preocupada por mi?, ¿Eso es?

La lechuza le pellizcó un dedo con cariño. Harry no dijo nada y siguió acariciándola con mente lejana.

Quizá después de todo, no estaba solo en esa casa donde no era recibido, ni en lo que podría pasar más adelante. Había gente preocupada por él, mucha más de la que creía, y ese sentimiento de vacío y soledad que lo envolvían en ese preciso instante, se apagó un poco al recordar que mañana era su cumpleaños y que recibiría las usuales notas de felicitación de sus amigos.

Continuará...